jueves, 24 de enero de 2013

Reflexión del 24 de enero

Bucenado por internet hemos encontrado un artículo (desgraciadamente no apuntamos el link del mismo, con lo que no podemos insertar un hipervínculo al mismo) sobre el pensamiento crítico y metodologías activas:


La propuesta del Modelo Crítico es que todos los actores educativos tomen conciencia de la realidad de forma reflexiva, de modo que vayan moldeando un pensamiento crítico que les permita establecer líneas de acción y transformarla. Por tanto el currículum debe ser un instrumento de cambio social, entendido como un posicionamiento ideológico y de compromiso con la transformación social y la lucha contra la desigualdad y la marginación. El eje del mismo son los grupos destinatarios, entendidos como grupos sociales y culturales, cuyas necesidades no son sólo de carácter formativo, sino también de emancipación y participación activa.

Estos objetivos determinan que el currículum esté diseñado de forma abierta, de forma que pueda ser reconstruido o modificado según se va desarrollando, adaptándolo a la aparición de nuevos datos o
necesidades y dichos objetivos se definirán en términos de capacidades a desarrollar, como concienciarse, analizar críticamente, identificar los problemas, transferir y aplicar los conocimientos a nuevas situaciones
(creatividad), o elaborar, definir o gestionar estrategias alternativas.

A este respecto quiero referirme a una conferencia sobre calidad en la enseñanza a la que asistí hace tiempo.

En ella el ponente resumía lo expuesto con la palabra IDEAL:

I (identificar).
D (definir).
E (elaborar estrategias).
A (actuar).
L (logros).

1º) Si no identificamos un problema, es decir, si no advertimos que existe, no podremos afrontarlo, tanto en la escuela como en la vida en general.
2º) Definir claramente qué clase de problema es el que tenemos que resolver.
3º) Elaborar las estrategias adecuadas para resolverlo.
4º) Actuar según las estrategias previamente pensadas.
5º) Una vez resuelto el problema evaluar el resultado comprobando si dicho resultado satisface al problema en cuestión.

La metodología en el aula ha de ser “viva”, es decir, activa y participativa, proponiendo a las alumnas y alumnos la posibilidad de ser personas más críticas y reflexivas, pasando de ser sujetos pasivos a ser sujetos activos. En la clase se deben oír muchos “por qués”. Las fuentes de información deben ser diversas y variadas, no solo el libro de texto, aprendiendo a contrastar dicha información a través del debate.

Los estudiantes deben saber de antemano qué se les va a evaluar y cómo se les va a evaluar. La evaluación, sea de forma individual o grupal, se realizará a través del pacto y el consenso entre los formandos y el formador. Este debe ser capaz de detectar las necesidades y la transferencia e impacto social de los participantes y de su entorno, de tal forma que su actividad, en el aula, se convierta en un reto de investigación-acción, de modo que los contenidos del tema a tratar deben ser verificados y, si es necesario, modificados, en relación a nuevas demandas que puedan surgir o a variables no contempladas. Para ello debe enseñar a debatir con respeto pero sin complejos, animando a las alumnas y alumnos a que expresen, con naturalidad, sus opiniones y saberes sobre un tema, a que emitan críticas fundamentadas y sean igualmente criticados, animando a consensuar
resultados y siendo moderador y referente ante las dudas.

En estos momentos en que los medios de comunicación, las modas, las cuadrillas, etc., ejercen una enorme influencia sobre los jóvenes, es más necesario que nunca, que éstos posean los conocimientos y el espíritu crítico suficientes, para distinguir el grano de la paja, y así no caer en la manipulación que tiende a la uniformidad de criterios y al escaso análisis de las informaciones. Para ello la escuela debe impulsar y trabajar para que los alumnos y alumnas adquieran e incorporen a su forma de pensar valores como la lucha por los derechos humanos, la no discriminación por razón de sexo, religión, clase social o etnia y estimar como valiosos dichos valores y a aplicarlos consigo mismo y con los demás.

Creo que el remedio al fracaso escolar no se soluciona solo con aumentar los presupuestos en educación ni en proporcionar más ordenadores a las escuelas. La formación de nuestros alumnos y alumnas debe consistir en un trabajo de construcción sólida y progresiva, basada en la enseñanza significativa y afectiva, desarrollando las habilidades sociales, educando a los alumnos en las emociones, profundizando en el conocimiento de sus riquezas y singularidades, como una escalera en la que no falte ningún escalón.

La evaluación continua debe ser la principal fuente de información para conocer el nivel de los estudiantes, de forma que se puedan corregir y subsanar los problemas en el momento en que se plantean y no esperar al examen tradicional cada cierto tiempo, cuando tal vez esos problemas se han ido acumulando y ya nos falte un “escalón en la escalera”. Las evaluaciones, por tanto suponen una parte de la formación, y siempre se han de realizar conforme a las capacidades de los estudiantes.

No se debe dar un paso sin tener la seguridad de que el anterior está bien asentado. La escuela debe formar ciudadanos y ciudadanas sin prejuicios previos, libres pero responsables, de mente progresista pero no uniforme, críticos pero también criticables.

La comunidad escolar debe implicarse de manera activa colaborando y participando de forma coordinada con la escuela para la consecución de estos objetivos ya consensuados. La sociedad, en general debe conocer y valorar la labor y el esfuerzo de los alumnos y alumnas.

En resumen, la escuela debe tener como gran objetivo, la promoción de ciudadanos y ciudadanas más formados, más humanos, más críticos, más solidarios y, sobre todo, más felices.


Un artículo interesante, una lástima que hayamos perdido la fuente del mismo.... ¡no volverá a pasar!


1 comentario: